17 de agosto de 2010

UNA DAMA VALIENTE – SUZANNE ROBINSON


2º UNA DAMA VALIENTE

(Lady Valiant)


Fue repentino: unas sombras, salteadores a buen seguro, se dejaron caer de lo más alto de los árboles, neutralizaron su escolta y detuvieron los carromatos con sus pertenencias.

La querían a ella. La aguardaban en un recodo del sinuoso camino que debía conducirla hasta Escocia. Allí la esperaba su amiga, la católica reina María Estuardo. Fue repentino: unas sombras, salteadores a buen seguro, se dejaron caer de lo más alto de los árboles, neutralizaron su escolta y detuvieron los carromatos con sus pertenencias; un poco más allá en el sendero apareció la figura de un hombre formidable, cubierto con una capa, montado en un enorme garañón negro. Dorothea vio cómo se acercaba a ella y sintió su fuerza y su energía cuando intentó en vano resistirse. Esa noche, atada junto al fuego, apenas cubierta con una andrajosa manta, lo observó, y era como contemplar el sol en forma de hombre.

Hasta ese momento Thea no había sido capaz de imaginar que la mera apariencia de un hombre podía deleitarla hasta hacerle daño. Y aquel hombre atormentado, Robin St. John, lord Derry cuando frecuentaba el ambiente cortesano de Londres y Robin Savage cuando adquiría la personalidad de truhán, de forajido y de espía, había de ser, al menos en su primer encuentro, el causante de su desdicha. Él conocía perfectamente, porque lo había vivido en su propia carne, el sufrimiento de verse encerrado en una fría y oscura mazmorra, sin alimento ni agua, hasta que perdidas las fuerzas vitales, la razón huía y la locura se hacía, casi, realidad. Por eso sufría al ver a Thea, a Dorothea, en lo más recóndito y profundo de la ruinosa Torre del Cuervo.


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MIG…


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